La recurrencia de desastres naturales en la región, mayoritariamente de origen antropogénicos, directa o indirectamente, hace cuenta de la permanente amenaza ambiental en la que transcurre la historia de sus países, pero por sobre todo evidencia los niveles de vulnerabilidad existentes, principal fuente de los impactos de dichos desastres. Esta no es sólo una problemática que afecta a todos los países a título particular, sino que las causas y consecuencias trascienden sus fronteras con impactos adicionalmente regionales e incluso internacionales. Cabe destacar además que la afectación es diferenciada dentro y entre los países, debido a los diferenciados niveles de vulnerabilidad que existen (desertificación, contaminación, pobreza, insuficiencia o mal estado de la infraestructura, falta de capacidades institucionales y de articulación intersectorial, etc.), siendo que su vinculación con los niveles de desarrollo es indisoluble. La respuesta por su parte además de nacional, amerita por lo tanto la regionalidad en muchos ámbitos de la gestión ambiental, dado que se poseen recursos compartidos, cuyo uso y sostenibilidad en unos países afecta a otros, tal como puede ser el caso hidrográfico, que se aborda más adelante.
A la fecha, la planificación del desarrollo sostenible y aún más en el ámbito regional, sigue siendo una tarea pendiente en Centroamérica. Esta se decanta por ser una región más centrada en las demandas de crecimiento económico y de respuesta a las emergencias políticas, sociales, económicas y ambientales, que en la previsión de escenarios y definición de estrategias de mediano y sobre todo de largo plazo. En este escenario, resulta crucial no postergar el cambio de visión, y abocarse para ello, a analizar los modelos de desarrollo socioeconómico y ambiental existentes, conforme a las tendencias, desafíos y oportunidades que plantean, donde una variable central debe ser la gestión ambiental.
Para
el caso del recurso hídrico, si bien la región es habitualmente afortunada en
su dotación, se tienen grandes presiones sobre este recurso haciendo que muchos
ríos sólo cuenten con agua en temporada de precipitaciones o que la calidad de
la misma por su contaminación sea insuficiente siquiera para albergar vida por
los bajos niveles de oxígeno y que por el contrario aumente la toxicidad de
algas y otras especies dañinas. Deparar en ello en mayor medida y con visión de
largo plazo, es crucial ya que es uno de los recursos principales para el
sostenimiento de la vida y el desarrollo presente y futuro.
La región es consciente de ello y desde finales de los años 90 ha desarrollado un amplio marco institucional y normativo y varias iniciativas (convenios, planes, proyectos, etc.) con objeto de prevenir y controlar la contaminación ambiental y fomentar la conservación y uso sostenible del patrimonio natural, entendiendo que la afectación de unos recursos impacta en otros y entre países también, y en consecuencia que la gestión debe ser de carácter integral e integrada y sin comprometer las generaciones futuras, es decir con enfoque de desarrollo sostenible como muy claramente se expresa en diversos instrumentos tales como la Alianza para el Desarrollo Sostenible de Centroamérica (ALIDES). No obstante hoy por hoy, la gestión ambiental continúa siendo un proceso en construcción sin mayores impactos en la reducción de la contaminación y en el manejo sostenible de los recursos. Así por ejemplo iniciativas importantes tales como la del Corredor Biológico Mesoamericano, impulsada desde 1997 debido principalmente a la alta fragmentación de los ecosistemas, como nos plantea el Estado de la Región ya desde el 2003, es más una propuesta con manifiesta voluntad política que una realidad con efectos tangibles.
Siendo de tal grado la problemática y la
complejidad de su abordaje, ¿puede hablarse de la importancia de potenciar
infraestructuras verdes? Aunque si bien existen algunas iniciativas en este
sentido, no se ha establecido una suerte de política efectiva que la potencie y
conecte sus beneficios con el desarrollo de forma que se lleven a cabo planes
nacionales y regionales que congreguen esfuerzos y recursos focalizados y sostenibles.
Ello implica una importante inversión al corto plazo, no obstante su
rentabilidad en el tiempo, las oportunidades de empleo que ofrece y la positiva
relación coste eficiencia frente a las estructuras tradicionales a las que
puede complementar o sustituir, resultan en beneficios en el largo plazo incuestionables,
con lo cual al menos procurarlo no está de más. En cualquier caso, a pesar de
los costos que pueda tener de forma más inmediata, siempre resulta más rentable
y deseable la prevención que sufrir los embistes de los desastres.La región es consciente de ello y desde finales de los años 90 ha desarrollado un amplio marco institucional y normativo y varias iniciativas (convenios, planes, proyectos, etc.) con objeto de prevenir y controlar la contaminación ambiental y fomentar la conservación y uso sostenible del patrimonio natural, entendiendo que la afectación de unos recursos impacta en otros y entre países también, y en consecuencia que la gestión debe ser de carácter integral e integrada y sin comprometer las generaciones futuras, es decir con enfoque de desarrollo sostenible como muy claramente se expresa en diversos instrumentos tales como la Alianza para el Desarrollo Sostenible de Centroamérica (ALIDES). No obstante hoy por hoy, la gestión ambiental continúa siendo un proceso en construcción sin mayores impactos en la reducción de la contaminación y en el manejo sostenible de los recursos. Así por ejemplo iniciativas importantes tales como la del Corredor Biológico Mesoamericano, impulsada desde 1997 debido principalmente a la alta fragmentación de los ecosistemas, como nos plantea el Estado de la Región ya desde el 2003, es más una propuesta con manifiesta voluntad política que una realidad con efectos tangibles.
Siendo el reto central satisfacer los
intereses de las personas y de la naturaleza, es decir articular las presiones
de forma positiva, potenciar las infraestructuras verdes resultan una
alternativa, ya que se trata de utilizar a la misma naturaleza para desarrollar
ventajas económicas, sociales y ecológicas. Es decir, de desarrollar medidas
que permitan fomentar el espacio y desarrollo de los ecosistemas para que
generen más y mejores servicios, tales como el aire limpio y el agua pura tan
imprescindibles y poder aprovechar los mismos en mayor medida al mismo tiempo.
Algunas técnicas para crear infraestructuras
verdes son el mejoramiento de la conectividad entre zonas naturales protegiendo
espacios de vida silvestre y cursos de agua; el incremento de la permeabilidad
del suelo con técnicas ecológicas o identificación de zonas multifuncionales
que respeten el equilibrio de los usos agrarios, forestales, comerciales y
ecológicos.
Teniendo a la gestión del agua como uno de
los aspectos básicos de las infraestructuras verdes, cabe destacar las medidas
naturales de retención del agua en acuíferos, suelos y ecosistemas acuáticos y
dependientes del agua, mejorando la cantidad y calidad de las masas de agua y
reduciendo la vulnerabilidad ante inundaciones o sequias, y de suyo contribuyendo
a la adaptación y reducción del cambio climático. Una de medidas destacadas en esta
área es la restauración fluvial, con impactos biofísicos tales como el
incremento de almacenamiento de agua en el suelo y la reducción de la escorrentía;
impactos biofísicos como la reducción de la contaminación, conservación de
suelos, creación de hábitats o microclimas; e impactos en los servicios
ecosistémicos entre los cuales se encuentran la recarga de acuíferos, control
de la erosión, filtración de contaminantes, reducción del riesgo de inundación
, producción de biomasa, espacios de navegación y de recreación, entre otros. La
gestión del agua en las ciudades, dada su masificación y la presión que ejercen
a nivel doméstico e industrial del recurso hídrico, es también una de las medidas
a considerar como parte del fomento de infraestructuras verdes. Entre las
diferentes técnicas a desarrollarse, figuran las áreas de biorretención,
cunetas verdes, depósitos de lluvia, depósitos enterrados o superficiales de detención
y de infiltración, estanques de retención, filtros de arena, franjas filtrantes,
etc., con importantes beneficios ambientales que comparte con las medidas
naturales de retención del agua ya mencionadas, además de otras específicas de
las urbes como puede ser contrarrestar el aumento de la temperatura dada por
las superficies asfaltadas.
Para potenciar las medidas apuntadas, además de
recursos económicos, principalmente se necesita una apuesta política decidida
en la que se conjugue la articulación gubernamental y social desde el ámbito
local hasta el nacional y desarrollar una elevada conciencia ambiental que
permita ir más allá de lo inmediato y construir lo sostenible.
Por: Raquel Lozano
Marcos (12 de junio 2016)
Bibliografía
utilizada:
CCAD. (2005). Plan Ambiental para Centroamérica 2005-2010 (PARCA)
CCAD. (2014). Estrategia Regional Ambiental Marco 2015-2010
Estado de la Región (2003). Segundo Informe sobre Desarrollo
Humano en Centroamérica y Panamá. En, http://www.estadonacion.or.cr/files/biblioteca_virtual/centroamerica/002/DH2003Cap5-region02.pdf.
CCAD. (2014). Estrategia Regional Ambiental Marco 2015-2010
European Commission. (2013). Building a Green Infrastructure for Europe. Recuperado de: http://ec.europa.eu/environment/nature/ecosystems/docs/green_infrastructure_broc.pdf
Sánchez, F. (2015). Webinar de la Red de Expertos de Agua. Fundación CEDDET.
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